Pasadas las 10:30 de la mañana íbamos llegando los compañeros riders de Madrid a la puerta de nuestra sede en El Toledano. La ilusión se palpaba en el ambiente, nos disponíamos a hacer un picnic motero, motero del todo, ya que no íbamos a contar con ayuda de ningún coche esta vez y todo lo que teníamos preparado para comer y beber con los amigos iba a ser transportado únicamente en nuestras motos, en nuestras Vulcans. Todos esperábamos con expectación a John Distorsion y Pili XS, porque nos habían contado que dispondrían de una parrilla especial customizada para picnic apta para cargar neveras de gran tamaño, y nos hacía mucha ilusión ver cómo lo habían montado. Mientras llegaban, Osa montaba sus dos cámaras en su 1700 nomad (una cámara delante y otra detrás) para grabar toda la ruta y hacer un buen vídeo, y todos charlábamos sobre lo que esperábamos que nos iba a deparar el día. MacGyver nos decía adiós antes de salir por una urgencia en el trabajo (nos vemos en la próxima, compañero). Aquí tenéis foto de una de las cámaras ya montadas y de la nevera azul en la moto antes de la salida.
Eran las 11 en punto cuando salíamos desde nuestra sede en El Toledano hacia la M30 dirección Guadalajara A-2. El día era perfecto, con un sol que calentaba lo justo para no llevar calor y lo necesario para no pasar el frío que nos había acompañado en las últimas rutas que hicimos. En la formación Osa iba a la cabeza, como jefe de ruta, compartiendo montura con Freya; detrás de él marchó Lupo en su vulcan S púrpura, amigo que se unió en este día estupendo; en tercer lugar íbamos Kohaku y yo con nuestra Vulcan S, y guardando la ruta la 900 classic de John Distorsión y Pili XS llevando la nevera azul que tan bien nos vino a todos y que tanto agradecimos que se animaran a traer.
Tras conducir unos 55 hasta Guadalajara, la parte menos apasionante de la ruta pero necesaria para llegar al camino que buscábamos, y tras sortear de forma airosa a algunos coches de esos que parecen que no son muy amigos de las motos y/o de respetarlas, llegamos a la nacional 320 dirección Budia. El sol seguía calentando, agradable, la carretera empezó a ser divertida de verdad y todos nos concentramos en disfrutar del paisaje, en sentirnos protegidos y acompañados con los compañeros cerca, y en dejarnos llevar por esas sensaciones que solo los que vamos en moto conocemos: libertad, paz, armonía, vida… Hubo una parada rápida para repostar y una visita a unas mesitas como posible parada para el picnic. El cuerpo nos pedía entonces una paradita y había ganas de comentar con los demás cómo nos iba yendo hasta ahora el camino, así que visitamos la plaza de Budia, pintoresca, bonita y con gente acogedora. Aparcamos las Vulcans en la misma plaza y nos sentamos en la terraza del «bar de la plaza». Allí charlamos y comentamos lo que llevábamos de ruta y cogimos fuerzas para la última parte en carretera hasta nuestro destino.
Un ratito más por carreteras pequeñas, llenas de curvas y casi sin tráfico, rodeados del silencio del paraje natural y los cantos de los pájaros. Atentos a la parada que hicimos, momento-oveja. Muy comentado.
Y llegamos a la zona del Alto Tajo que habíamos previsto para nuestro picnic. Aparcamos las motos y bajamos hasta la orilla del río. Allí elegimos un sitio debajo de la sombra de unos árboles, y plantamos nuestra mesa improvisada con un plástico que Osa y Freya llevaban y cuatro piedras para sujetar. Cuando empezamos a sacar la comida y la bebida que íbamos a compartir de nuestras alforjas nos reímos mucho, ya que resultó que llevábamos viandas como para 15 personas, y éramos 7. Había mucha comida, y destacamos, por consenso, los siguientes platos.
Dimos un 10 a las croquetas de Lupo, Pili nos hizo una ensaladilla con mayonesa casera que nos encantó a todos, Gracia llevaba tortillas de patatas y pimientos fritos que nos resultaron deliciosos, nosotros aportamos unos tomates de pueblo que sabían a tomates de verdad y todo nos supo a gloria. Además teníamos muchos acompañamientos para picar y nos sentimos profesionales en estos artes del campo y la naturaleza.
Tras la comida llegó la sobremesa, charlas interminables, anécdotas de rutas pasadas y de la vida en general, Pili mojó los pies en el río y después todos sentados bajo la sombra. No queríamos terminar el día, pero quedaba la vuelta y, tras recogerlo todo y despedirnos de nuestro pequeño paraíso terrenal, salimos hacia Ocentejo, donde tomamos unos cafelitos revitalizantes y algún que otro cola cao y emprendimos el camino de vuelta. Aquí nos despedimos todos antes de subir a la moto. Abrazos, agradecimientos a todos por la compañía, besos, palabras bonitas, sonrisas, «nos vemos pronto», «hasta la próxima», «dame dos besos», «un abrazo compañero».
Gracias, Vulcan Riders, por permitidme hacer la crónica de este día, ha sido un gran placer vivirla con vosotros y revivirla escribiéndola.
Más fotos de la ruta en estos álbumes: